miércoles, 6 de julio de 2011

El difícil camino de la coherencia

Ser consecuente o coherente desde mi punto de vista es tratar de que los principios y postulados éticos que una persona expresa o defiende se concreten en sus acciones, opiniones y formas de relacionarse. En este sentido tiene dimensiones subjetivas, prácticas y relacionales que lo hacen profundamente complejo. Para las feministas implica tratar de hacer que nuestras acciones en el ámbito personal, familiar, relacional y colectivo no contradigan los postulados básicos de nuestras posturas políticas.
En el feminismo, ser consecuente es difícil porque implica un ejercicio permanente y a veces agobiante de pensar cada palabra, cada opinión, cada acción. Implica tratar de develar el sesgo sexista, racista o clasista de todo, todo el tiempo. Básicamente es el intento de ser feministas en un mundo sexista, que nos construye como mujeres y por tanto deja una tremenda impronta en cada una de nosotras de la que no es fácil escaparse: los cánones de belleza, las formas de relacionarnos con los varones y con las otras mujeres, la valoración de sí mismas, entre otros, son aspectos que debemos resistir, deconstruir y reconstruir de manera cotidiana.
El intento de ser feministas en un mundo racista implica mantener de manera permanente una actitud vigilante para develar en cuáles situaciones se reproducen prejuicios, actitudes o acciones racistas y tener presente que el sexismo no nos afecta a todas por igual, que no es universal sino que se combina con otro tipo de opresiones, que como el racismo hacen que algunas mujeres vivan situaciones de injusticia que otras no, que hay que estar atentas a su palabra y a resistir cualquier intento de homogenización en un supuesto sujeto del feminismo, cuando en realidad hay múltiples sujetos, que están cruzados por opresiones, desigualdades e injusticias específicas.
El intento de ser feminista en un mundo capitalista, implica saber que no podemos conformarnos con la democracia cuando este orden político convive con la injusticia social, cuando se mantiene sobre la base de un sistema económico depredador, inhumano, militarista y corruptor. Ser coherente en este sentido, implica nada menos que resistirse a casi todo lo que existe, ya que el capitalismo ha sido hábil para construir un discurso autolegitimador basado sobre todo en la idea de que no hay una opción mejor, que no hay alternativas a este sistema económico (capitalismo) y su régimen político (la democracia liberal).
La coherencia es un asunto individual sin lugar a dudas, pero también conlleva aspectos colectivos. Trascender el nivel de resistencia personal y llegar a la posibilidad de hacer transformación social requiere la acción colectiva y depende del actuar juntas. Finalmente, la coherencia no se logra siempre y por completo todo el tiempo, se lucha y se construye de manera cotidiana en nuestras acciones, es un objetivo ético, por ello ninguna está en la posición privilegiada para juzgar la coherencia de las otras. En el feminismo, cada una es jueza de la coherencia de sí misma y de sus acciones, y se espera que la fuerza y la solidaridad colectiva ayuden en el proceso.

Bombón.

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