martes, 17 de mayo de 2011

Mi cuerpo es mío

Mi cuerpo es mío retumbaba en las bocas de decenas de mujeres aglutinadas al frente de la Procuraduría este martes 10 de mayo en Bogotá. Una de las consignas expresaba que el mundo va al revés porque mientras los derechos avanzan, el gobierno retrocede. El Procurador quiere “echar para atrás” la sentencia de la Corte Constitucional – 355 del 2006 - que legaliza el derecho de las mujeres al aborto en situaciones de violencia sexual, riesgo de vida de la madre y malformación del feto. La misma consigna comenzó a ser coreada en esta misma ciudad hace más de treinta años para poner en la escena pública el valor que tiene el control del cuerpo de las mujeres en la perpetuación del patriarcado. Mi cuerpo es mío no es un simple slogan. Es uno de los principios centrales de lucha de las feministas para reclamar que nuestro cuerpo, territorio de control político del patriarcado y los hombres, debe ser uno de los espacios privilegiados de la autonomía femenina. Mi cuerpo es mío, derecho al aborto, acceso a la educación sexual y a anticonceptivos, son reivindicaciones políticas que buscan hacer visible una dominación que pasa por lo más propio e inalienable: el cuerpo. Sin embargo, en el caso de las mujeres ese cuerpo ha sido históricamente expropiado por el control extremo de su sexualidad, de la reproducción, de la imagen que se construye sobre la belleza, lo sexy y lo erótico, y por la violencia simbólica, verbal y sexual que se ejerce sobre este. También por el uso del cuerpo femenino como botín de guerra y por su conceptualización como objeto sexual. A una práctica milenaria de control del cuerpo femenino, a una práctica discriminatoria que cruza género femenino, raza, clase, edad y orientación sexual, se hacen necesarias en el presente las luchas por “derechos” que garanticen la posibilidad de una vida digna a las mujeres y un trato equitativo. También procesos culturales que resignifiquen el deseo y la mirada masculina frente al cuerpo de las mujeres, y una separación tajante entre Estado e Iglesia para que el daño que ambas instituciones han hecho a la libertad de las mujeres no se siga consolidando. Desde luego, se necesita un Estado que asuma su rol como garante de la “igualdad” y del acceso a la equidad, y que no reproduzca la dominación patriarcal desde las leyes. Es urgente, por otra parte, una nueva relación de las mujeres con su cuerpo, que nos permita construir una mirada propia de satisfacción que no pase por las imposiciones culturales sobre la belleza producto del patriarcado – y en contextos como el nuestro por la colonialidad del poder que construye modelos específicos de ser bellas geopolíticamente situados - , y que así contribuya a nuestra emancipación personal y colectiva. Para que la dominación no se re-estructure exitosamente, a lo mejor se necesite pensar en el camino cómo hacer para que los derechos que se conquistan no se estanquen, e imaginar cómo construir otro Estado o forma de organización social no patriarcal, racista, sexista, clasista ni heteronormativa que permita a los distintos cuerpos existir para realmente ser. Y así ser para existir.
Bellota Foto cortesía Andrés Gómez - Periódico El Turbión

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