Pocas teóricas políticas feministas han sido tan claras y concretas para analizar y describir la complejidad de la injusticia que viven las mujeres y otros grupos sociales, como Iris Marion Young (1949 – 2006). Ella rompió con la idea hegemónica del feminismo de la igualdad de que la única categoría para entender la situación de las mujeres era la discriminación: para ella esta es una idea liberal, que vuelve un asunto individual, e incluso de percepción, la situación de desventaja de las mujeres.
Pero no se quedó sólo en la crítica sino que construyó un robusto cuerpo teórico para entenderla. Para ella, las mujeres vivimos, junto a otros grupos sociales, en un sistema de opresión en donde confluyen cinco tipos distintos de injusticias: Explotación porque, no podemos disfrutar de los beneficios del trabajo que hacemos sino que otros lo disfrutan y se enriquecen por ello. Marginalización, porque todavía hoy seguimos excluidas de espacios sociales tales como los trabajos de calidad o las decisiones políticas. Falta de poder, porque vivimos y trabajamos bajo la autoridad de otros, tenemos poca autonomía y difícilmente tenemos autoridad sobre nosotras mismas o sobre otros. Imperialismo cultural, porque alimentado por el racismo y el colonialismo, nuestra experiencia y nuestra situación se estereotipa, es invisible, o se tienen pocas oportunidades de ser escuchadas o de expresar nuestras posturas. Violencia, porque cada mujer como individuo, tiene el riesgo de vivir un ataque físico, psicológico o sexual o de ser amenazada con ello, sólo por el hecho de ser mujer.
La vigencia del feminismo se refrenda porque ninguna de estas condiciones da muestras de transformarse en el mediano plazo a partir del orden político actual. La democracia, los partidos políticos y algunas expresiones sociales se han quedado estancadas, e incluso son funcionales a un sistema económico que se basa además de la explotación, en la desactivación de la rebeldía, de la imaginación y de la acción colectiva. El feminismo mantiene viva la denuncia acerca de que lo que vivimos no es justo ni deseable; representa la esperanza de que todo puede transformarse y de que un sistema político y económico justo, puede construirse.
Bombón
Ese último párrafo me recordó porque soy feminista...
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