sábado, 26 de febrero de 2011

Acto I - El cuarto

Violeta se levanta temprano. Es hora de ir a estudiar. Desde antes su madre está despierta, arreglando el desayuno, la ropa de Fernando y despertando los hijos. Violeta se levanta muy temprano. Los ronroneos de su madre en el cuarto para levantar a Esmeralda, que es la mayor, no la dejan seguir conciliando el sueño. Las mujeres de la casa, por alguna extraña razón se deben levantar primero. A una velocidad impresionante Alfonso se baña, se viste y llega de primeras a la cocina. Desayuna plácidamente, tranquilo. María solo le pregunta a él si quiere repetir chocolate. Es el mayor de todos los varones. Violeta es aún frágil, pequeña. Desayuna y sale con la patota para la escuela. Alfonso, Camilo y Alexander emprenden el camino a velocidades impresionantes. Violeta trata de mantener el trote pero no alcanza. Esmeralda es casi capaz de ir al mismo ritmo de los tres hombres, emprende el camino y descuida a su pequeña hermana. Violeta disminuye el paso ante la imposibilidad de caminar igual de rápido. Mientras lo disminuye pone en marcha su pensamiento. Se pregunta por qué camina más lento, por qué levantan a Esmeralda de primeras, por qué no repite chocolate, por qué aún las bromas de cariño de sus hermanos son demasiado pesadas.

Entre sus preguntas llega al colegio, a su primera clase: catequesis. Eva nació de la costilla de Adán y lo hizo cometer pecado. María Magdalena era mala y la Virgen María ejemplo por su abnegación. Noé, José, Jesús, Moisés, todos eran hombres. Violeta le preguntó a la maestra si Dios era mujer o si había alguna mujer entre los doce apóstoles. La maestra no le respondió pero en cambio le preguntó si estaba asistiendo a misa todos los domingos y si su familia rezaba en casa. Nadie respondió su pregunta ni ese día ni otros que la hizo, entonces decidió quedarse callada.

Al salir de la escuela con cara de impaciencia la esperan sus tres hermanos. Esmeralda estaba en la Iglesia, así que ella sola con los tres hombres regresa a casa. - Alfonso, ¿por qué tú te levantas después de mi y puedes repetir chocolate? - ¡Qué pregunta es esa! Es obvio, soy el mayor de la casa! - Pero Esmeralda es mayor que tú! - Si, pero yo soy hombre.

Violeta siguió creciendo, levantándose antes y comiendo menos (un pedazo más pequeño de carne, solo una taza de chocolate, solo un huevo, una ración reducida de queso y cuando hay pollo, las alas). Al crecer las preguntas aumentaron. Le parecía extraño que su madre se la pasara en casa todo el día, que su padre saliera desde temprano y que no se cruzaran palabras de amor ni caricias.

En el teatro daban algunas películas en las que los novios se besaban. Ella pensó que al casarse eso ya no se hacia. Trató de preguntar en el colegio como se hacían los niños y la mirada de la maestra le recordó el mismo rostro que esta hizo cuando le pregunto si Dios era mujer. La curiosidad pudo más y le pregunto a María, su madre. Ella le dijo que eran producto del amor. Entonces Violeta le pregunto a su madre si Fernando, su padre, la quería y María con una cara desconsolada que no pudo aunque trató de ocultar, dijo que si, y que ella también lo amaba. - Madre, ¿por qué cantas tanto? Madre, ¿por qué ríes tanto cuando no esta mi padre y te pones de malgenio cuando él llega? Madre, ¿qué querías ser cuando eras una niña? Madre, ¡me pareces un pájaro cuando cantas, me parece que quieres volar muy lejos!

Violeta voló por el canto de su madre. Viajó lejos, varios kilómetros de distancia. Llegó a la capital y entró a la Universidad. Salió del cuarto que compartía con Esmeralda a un nuevo cuarto para ella sola. Se sintió más libre, libre incluso de preguntar. Cuando menos se dio cuenta era una novia enamorada, con sensaciones despiertas, con ganas de transformar su vida y el mundo entero. Sentía en el canto la posibilidad de revolucionarlo todo. Se enamoró y se prometieron que el amor también sería después de compartir un mismo lecho. Como la primera noche Violeta seguía apagando la luz antes del beso inicial. Ahora se encontraba en un cuarto habitado por ella y el otro sexo.

En ese cuarto también descubrió que no había libertad plena. Que ella misma se encontraba atada a sus concepciones religiosas, a los tabú sobre su cuerpo, sobre el sexo con amor y sus resultados, sobre la negación del placer, sobre la posibilidad de incitar y de pedir. Descubrió que su ritmo era más lento, como cuando caminaba con sus hermanos para el colegio, y que aunque tratara como Esmeralda de coger el ritmo siempre quedaba atrás. La satisfacción aún le costaba un poco más, pero no se atrevía a pedir que la esperaran. Un día se atrevió a preguntar si era posible una espera, y el tiempo le fue negado. Se sintió explícitamente secundaria, inesencial, postergada. Una noche se decidió a cantar y sus manos volaron a donde ella quería que volaran, con sus manos toda ella voló, ¡y entonces entendió en parte por qué su madre cantaba cuando en la casa no estaba Fernando!

Violeta seguía soñando con que era posible como en las películas amarse aún compartiendo el mismo cuarto. Entonces renunció a la abnegación de María, su madre, y voló muy lejos, esta vez, a diferencia de su madre, voló dentro y fuera de su cuerpo.

*BELLOTA*

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