lunes, 19 de julio de 2010

¿Independencia?

El patriarcado y sus lógicas se han hecho ley en este territorio. No hay mucho que una mente sensata pueda celebrar el 20 de julio. Las mujeres, los afrocolombianos, los indígenas, los pobres, los disidentes, los que hablan, sienten y piensan distinto seguimos viviendo la exclusión y la discriminación que alienta el mantenimiento de estructuras de poder que despojan de lo espiritual y lo material, de la dignidad y de los derechos, de la posibilidad de pensar y deliberar, e incluso de la posibilidad de amar, de ser feliz y del buen vivir.
La “Independencia” ha sido formal pero no mental, ni espiritual, ni corporal. Los esquemas de dominación eurocéntrica que se establecieron desde la Conquista siguen vigentes. La imposibilidad de pensarse desde la diferencia es el pan de cada día en un país que mata al que piensa distinto, reproduciendo la manera bárbara como se ha forjado parte de la historia de la humanidad. Independencia implica libertad, autonomía y buen juicio. De las dos primeras no gozamos como Nación, de la última muchísimos no gozan, incluido quienes nos gobiernan y les eligen. Con Bases Militares gringas en nuestro territorio, el colonialismo se viste de nuevo traje; con el paramilitarismo controlando ciudades, barrios, el turismo, la naturaleza y la política, la guerra se mantiene; con fantoches presidentes que se rasgan vestiduras porque se castiga al Estado y a los militares por asesinos, la impunidad se consolida; con discursos reeditados de un pasado trágico como el de la Unidad Nacional que recuerda al pacto bipartidista, la memoria y la historia se desechan. Con más guerra y violencia como las que usan el narcotráfico, las guerrillas, las bandas, los ladrones, no hacemos más que condenarnos a lo peor del pasado de esta cosa que han llamado humanidad. Con las divisiones, las peleas por recursos, el replicar de las relaciones tradicionales de poder en las organizaciones, las izquierdas, los movimientos sociales, nos condenamos a convertirnos en lo que criticamos y a contribuir en la consolidación de una hegemonía de muerte y acumulación.
Por eso hoy más que nunca es necesario el Desacato Feminista para poner patas arriba el mundo desde las ideas y la práctica, desde la auto reflexión y la crítica, desde las palabras y las emociones, desde la razón y la digna rabia, desde el amor, la amistad, el disenso y el conflicto de manera sana y constructiva. Por otro mundo, al menos imaginémoslo con, en y desde el corazón y la cabeza!

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